martes, 26 de abril de 2011

Aprendiz y aprendiente

NO ES LO MISMO UN APRENDIZ QUE UN APRENDIENTE
J. Manuel Chabolla R.
Antecedentes
A principios del siglo XXI se ha visto la necesidad de replantear la práctica educativa de acuerdo con la manera como aprenden los estudiantes, a partir de la premisa de que “el conocimiento es situado, es parte y producto de la actividad, del contexto y de la cultura en que se desarrolla y utiliza” (cfr. Frida Díaz Barriga. 2006. Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida. México, D.F Mc Graw-Hill. p. xv).
En este orden de ideas, con frecuencia aparece el término aprendiz en los textos educativos, como sinónimo de aprendiente y esto me parece desafortunado porque se presta a confusión y está fuera de contexto. En el mismo Prólogo escrito por Rigo Lemini, del libro de Frida Díaz Barriga (primer párrafo, quinta línea, página x) aparece esta imprecisión que va en contra de la premisa que fundamenta la tesis de la autora. Las siguientes consideraciones van orientadas a terminar con la confusión y aclarar los términos.
El aprendiz
Durante la Edad Media europea en los feudos se organizaban los gremios que eran asociaciones económicas y religiosas que agrupaban a los artesanos de un mismo oficio. Estos gremios normaban las actividades materiales y espirituales de las tres categorías de artesanos: los aprendices, los oficiales o ayudantes y los maestros.
El aprendiz era un muchacho de entre 12 y 14 años, vasallo de un señor feudal, que se comprometía bajo contrato firmado por su padre o tutor a vivir bajo la protección de un maestro durante cuatro, cinco o seis años para aprender un oficio. El muchacho se comprometía a obedecer al maestro, acudir al obrador taller todos los días, no ausentarse, guardar fidelidad y aprender el oficio.. Por su parte el maestro se comprometía a darle manutención, adiestrarlo y enseñarle todos los secretos del oficio.
Una vez que el aprendiz lograba suficiente dominio del oficio, ascendía a la categoría de oficial o ayudante del maestro, con una nueva relación contractual en términos más favorables para el nuevo oficial pues entonces ya devengaba un salario que antes no tenía. Andando el tiempo y perfeccionando el oficio, el oficial podía presentar una prueba para acceder a la categoría de maestro, con el derecho de tener su propio taller.
Así pues, en este contexto, el aprendiz aprendía un oficio donde predominaban las habilidades manuales, artísticas, artesanales pero no las intelectuales propias de una profesión actual.
Aprendiente
A diferencia del aprendiz, el aprendiente es una persona libre, hombre o mujer, niño, joven, adulto o viejo, ciudadano de algún país moderno; estudiante, maestro, empleado, directivo, campesino, artesano, padre de familia o abuelo y que aprende lo que desea, incluyendo los estudios formales que, además de las habilidades prácticas correspondientes, requieren una buena dosis de trabajo intelectual.
El aprendiente existe en un contexto de libertad, que es posterior a la Declaración de los Derecho del Hombre y del Ciudadano en 1789 durante la Revolución Francesa; desde ese momento, tiene su mejor expresión en los países democráticos del orbe, se rigen por el derecho internacional y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de 1948.
La relación de enseñante y aprendiente
Esta relación la tematicé por escrito hacia 1983 en la revista Pistas Educativas, en un breve artículo titulado “Pistas para clasificar a los protagonistas del hecho educativo”, como una alternativa horizontal y dialógica para distinguirla de otras relaciones propias de la educación tradicional menos dialógicas y más autoritarias como la de maestro alumno. Retomé el tema en forma recursiva hacia 1995 y 1998.
Me parece que en los abordajes anteriores me faltó puntualizar que esta relación de enseñante y aprendiente no está dada sino que es necesario construirla de común acuerdo, lo que no es tan sencillo como pudiera parecer.
Sin embargo las características y ventajas que tiene la hacen muy atractiva para quienes pretenden situarse de otra manera frente al proceso del conocimiento. Repasemos algunas de sus características:
• Los sujetos en esta relación son personas autónomas que prefieren un trato de igual a igual, en situaciones de aprendizaje formal, no formal e informal.
• Necesariamente esta relación es más dialógica desde el momento en que un mismo sujeto puede ser, en distintos momentos enseñante y aprendiente, pero nunca se sitúa por encima o por debajo del otro o de los otros.

• En este aprendizaje situado en un determinado contexto, ambos sujetos son protagonistas y por lo mismo corresponsables de los resultados obtenidos.

• Ambos son conscientes tanto de sus capacidades como de sus limitaciones y con esta conciencia ambos están interesados en construir el aprendizaje.

• Parece ser que el ámbito académico propio de la educación superior ya sea en licenciatura o en posgrado es el mejor momento para romper el cordón umbilical de la educación tradicional, con lo que esto conlleva: cómoda dependencia para unos y conveniente ventaja de quien ejerce el poder para otros, en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

• Esto significa que ambas partes están dispuestas no sólo a reconocer y valorar el bagaje cultural y cognoscitivo del otro para que los propósitos que orientan el aprendizaje se obtengan, sin prejuicios ni coartadas.

• Es necesario que ambas partes estén dispuestos a superar de veras la desigualdad inicial que significa el que uno tiene un estatuto académico más alto que el otro lo que se traduce en que uno tiene la sartén por el mango y el otro parece estar dentro de la sartén.

• Es posible construir esa relación en lo que se conoce como comunidades de aprendizaje en donde priva la cooperación por encima de la rivalidad.

A manera de conclusión debo reconocer que en los abordajes anteriores sobre este tema, no había caído en la cuenta en la necesidad de la teoría de la acción comunicativa de Habermas como filosofía de este tipo de relación situada, en donde, como una exigencia auto impuesta por ambas partes predomina un acuerdo intersubjetivo que culmina con el entendimiento recíproco, el conocimiento compartido y la confianza mutua, todo ello basado en:
La inteligibilidad: Lo que uno dice, es comprensible para el otro y en caso contrario se aclara hasta que lo sea.
Verdad: Lo que se dice está de acuerdo con la realidad, con lo que es; nadie se permite la hipocresía ni las verdades a medias.
Rectitud: El hablante se atiene a lo que es honesto para los demás.
Veracidad: Lo que se dice es lo que se piensa sin engaños ni mentiras.


Referencias

Chabolla Romero, Juan Manuel (1983) “Pistas para clasificar a los protagonistas del hecho educativo”. Revista Pistas Educativas. No. 12. Instituto Tecnológico de Celaya. Celaya, Gto. Julio – Agosto p.12.
-------------------------------------------- (1995) Cómo redactar textos para el aprendizaje. Guía para estudiantes y maestros. Editorial Trillas, México, D.F. pp. 11-17
------------------------------------------ (1998) Un proyecto de docencia para las Instituciones de Educación Superior (IES) en México. Instituto Tecnológico de Celaya y Editorial Plaza y Valdés. México, D. F. pp.47-58.